Por Eva Llergo
El premiadísimo Fernando Lalana, el dramaturgo detrás de Se suspende la función, define a su criatura como “una gamberrada teatral”. Y no nos extraña nada el adjetivo elegido porque Se suspende la función es ante todo una criatura de teatro en su estado más puro de desinhibición. Un guiño metateatral enroscado sobre sí mismo con tirabuzón y vuelta y media, cuya meta principal es congraciarnos con el arte dramático a golpe de pura risa. Y esto es bastante oxigenante en un mundo en que mucha de la literatura destinada a los niños trata de convencerles (y convencernos) a punta de pistola del valor de algún valor… valga la redundancia. Sigue leyendo